Desnuda, con un fósforo en una mano y en la otra el pene mutilado de José Alberto, llorando a raudales. Él miraba con pavor el barril de pólvora a su lado – todo por mirar chichas ajenas – pensó.
Sofía dejo caer el cerrillo, el estallido del invernadero fue lo que alerto a las autoridades.
Antonia, la esposa de José Alberto, aun le llora desconsolada.
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