2013-04-30

Operación Cadáver

HUGO:
Nunca supe si debía enrolarme en lo que soy bueno o dedicarme a lo que me gusta, supongo que esto es una extraña respuesta. Estoy en cuenta regresiva para protagonizar una matanza de primera plana.
No hay luz en el cuarto. Las nalgas de 35 hombres y mujeres sudan contra el piso. Es agosto en el Golfo, un calor infernal mana de todo.

Raptados, amordazados y vendados; todos desnudos y golpeados.

Junto a mí está tirada lo que supongo fue una señora rica, una de esas lectoras de Guadalupe Loaeza que arreglan el mundo desde una mesa del Sanborns. La raparon y le hincharon la cara a patadas; luego fue violada.

No era la excepción, todas las mujeres del cuarto fueron penetradas con ahínco por los encapuchados, uno tras otro. Niñas, incluso. Cada noche tomaban a una, la ponían en el centro y se saciaban.

En un rincón amontonaron las pertenencias, ropa, teléfonos, maletines; todo estaba ahí. Luego lo quemaron. Ahora sólo queda una mezcla de plástico y cenizas donde a los guardias les gustaba orinar.

Cuando me trajeron, en el pasillo dos hombres con armas largas escuchaban emocionados a José Alfredo. ¡Ah, sus rancheras!, no hay mejor compañía para el que agoniza. El sound track del ejecutado y el ejecutor, unidos por el sufrimiento y las guitarras.

Al entrar al cuarto, un anciano era obligado a abusar de su nieta, traté de no mirar, pero fallé. Sin darme cuenta, una erección. Mientras los otros perdían la mirada en el piso, yo veía. De haber podido me habría masturbado… Soy un asco, era su nieta.

Entre los otros destacaba un gordo. Sus piernas parecían como las de un recién nacido gigante y peludo. El único capaz de conciliar el sueño. Diario recibía una paliza, sus ronquidos retumbaban y nadie podía dormir; hasta yo lo habría golpeado. Incluso en estas circunstancias es importante dormir.

Tras 14 días encerrados, el cuarto apestaba. Había chorros de orina y suciedad corriendo por el piso. Un guardia con iniciativa azotó a cinco muchachas para que lavaran los desechos y la inmundicia de todos. Su premio, fueron sodomizadas al terminar.

JUAN:
Cuando abrí los ojos pensé que aquella había sido una pequeña siesta para recuperar las fuerzas, pero no fue así, me despertaron los graznidos de las hermanas gemelas, esas que desde el principio se resistieron a todo; incluso a guardar silencio después de tener los labios rotos.

En algún momento tuve todo claro, pero en el transcurso de los días todo se fue difuminando. El primer golpe que recibió el más joven de los amordazados, fue como un arponazo de heroína. De inmediato supe cuál sería su fin y mi fin, el fin último de los que estamos encerrados. Por eso mi fijación por sus vientres. Es ahí donde todo vale, donde todo existe, donde todo cabe. Desde los gordos abandonados por la facilidad del alimento, hasta los dulces y tiernos vientres adolescentes que soportan casi todo.

MAY:
Así es, donde todo cabe. Toda la repulsión que pudieras tener en tu vida cotidiana fuera de éstas cuatro paredes se va desvaneciendo poco a poco. El olor a mierda y orina de todos los que estamos, combinada con el sudor y la sangre de los que han sido torturados (hemos sido torturados) termina por hacerte olvidar algún buen olor que pudieras haber disfrutado, de la comida, mejor ni hablar; mi cama ahora es éste piso mal limpiado por aquellas muchachas que murieron desangradas luego de su ‘premio’.

Siempre que pensé en la posibilidad de morir así me atemorizaba, un escalofrío que me recorría todo el cuerpo se apoderaba de mí. El temor a la tortura, a no poder defenderte, a recibir golpes, patadas, choques eléctricos, a no saber cuanto tiempo más podrás soportar el dolor y a la vez querer morir a cada instante que pasas aquí dentro.

Se que no saldré de aquí, se que no volveré a ver a mi familia, ellos que tanto me insistieron en que dejara mi trabajo y yo que tanto me burlaba en que saldría limpio. Mi único consuelo es que me atraparon pero antes me los chingué…

MAYRA:
He perdido la cuenta del tiempo que llevo encerrado, aquí sólo existe el infinito.

En estas cuatro paredes de tortura no hay distinciones, jodidos y ricos por igual mezclados en una pequeña y cruel muestra de miseria humana. En un mundo en donde mandan los que tienen las armas, los que golpean más fuerte, los que disfrutan cogiéndose a mujeres amoratadas, los que las desgarran por dentro, embistiéndolas una y otra vez.

Y yo, aquí, en el centro de todo, esperando el momento de ser el juguete elegido, como un vouyerista silencioso que disfruta las desgracias de otros. Deseando morir a cada instante, pero tragando los desperdicios que tiran en el piso para que comamos como cerdos.

Conozco el procedimiento, yo mismo lo he aplicado más de una vez. Al enemigo se le mantiene con vida, se le atormenta, se le intimida con el ejemplo. Al final, después de haber jugado con su mente, a capricho del verdugo, se elige su castigo. El mío está cerca.

LUCERO:
No olvido el tiempo antes de este. Me dijo el Macano Pérez muy serio "están tras de tí, te van a meter la verga hasta el hocico, por pasado de lanza" "Viejo sucio", pensé en ese momento, ¿Qué sabía él de la vanguardia, de la sangre joven que muele la vida entre sus dedos sin el mejor remordimiento? Coño, puta madre, carajo, sabía de lo que hablaba.

Me cogieron un viernes, después del trabajo de Real de Catorce, no fue gran cosa. Despedacé a 17, dejándolos vivitos hasta que no quedaba más que cercenarles la cabeza, pues lo otro ya lo habíamos arrancado, molido, orinado y vejado, ante los ojos horrorizados de las víctimas. Dos se murieron antes de la mitad del juego, sólo les saqué los dedos a punta de tirones, qué poco aguantan.

A los días, en un bar de putas, me levantaron. Ni siquiera les vi las caras, eran 3, lo supe por las voces y uno era norteño, por su acento de maricón coge vacas. Me dieron una madriza que me hizo vomitar los dientes y luego, quebrándome hasta la sonrisa me metieron en este hoyo que nada le envidia al infierno.

Entre los recuerdos de esos buenos tiempos veo lo que sucede ahora en la celda, son buenos estos hijos de la verga, hacer que el gordito de la esquina se coma sus propios huevos "por puta cerdo" le dijeron, tiene su toque, lo reconozco.

OZ:
No los culpo. Llegaron a donde debían llegar. Están donde debían estar. Quizá yo también recibo lo que merezco. La inmundicia me parece ahora tan familiar. No saldré nunca más pero no hay espacio para no tener esperanza. A veces entre la sangre y los penes pienso: cuando este fuera me comeré un pan francés, una coca cola bien fría y un buen trozo de carne. Me reiría con todo si tuviera fuerzas pero estoy mareado, hay demasiada piel y el acido de lo que se pudre me nubla… Fractales de humanos se revuelven… lo hermoso también puede estar en lo jodido, solo es un poco verlo de formas diferentes. Nadie es menos humano, solo que algunos lo tienen menos en cuenta.

TERE:
El ejemplo tiene que ver con exhibir, avergonzar al otro frente a muchos. Ya se llevaron a casi todos. El ritual termina aventando los cuerpos en algún lugar para que los ojos de los otros se queden quietos, como mirando una foto.

El espectáculo debe incluir la sorpresa, lo grotesco de lo inesperado: ir caminando, pensando en el dolor de cabeza, en lo caro del recibo de luz, en la buena o mala cogida de anoche y de repente ver partes de otros como tú, ahí, a tu paso, desmembrados, negros de tanto golpe y pudrición. Lo malo es que lo puesto en escena jamás retrata lo que sucede tras bambalinas. No hay espacio en la cara del público para el gesto de terror si hubieran podido ver al gordo tragando sus propias carnes. No hay espacio en ellos para la erección y la humedad que nosotros sentimos al ver tantos cuerpos violados.


Solo quedamos cuatro, siguen sonando las rancheras, tengo el hocico pegado al piso, y me parece estar sobre melaza, pienso eso quizá porque muy cerca de aquí un cañaveral esta ardiendo. Hay un chingo de ceniza y un olor dulzón a caña apretándose con el fuego. Ya no escucho gritos. Solo siento calor. Es mi turno. Un estruendo. Voy a escena.

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