2009-02-27

Quiero comprar unas alas para llegar a tí

Salí de tu casa, con la felicidad inmensa que me haces sentir en los ojos y también en los labios, con esa sonriza que me han dicho no cabe en mi rostro. Caminé por el oscuro bosque, con sus inmesos árboles que cubrían el camino de pavimento, apenas guiada por una luz tenue y la luz de la luna que apenas alcanzaba a colarse de entre las ramas de los árboles.

Entonces, los fantasmas comenzaron a aparecer uno a uno, eran muchos, demasiados, se ponían en zig zag para obstruir mi camino, esquive a 2, en mi mente solo estaba el recuerdo de tu sonriza, de tu bello rostro con tus bellos ojos, fue entonces cuando sentí que dando un salto podía esquivarlos, sin darme cuenta comencé a volar sobre ellos, unas alas imaginarias salieron de mi espalda, y los crucé a todos, los veía desde arriba, cerca de las copas de los árboles.

Volé, volé y quería regresar a tu casa. Desperté y ahora conciente quise seguir volando hacia tí, alcanzarte y tocarte no sólo con la imaginación de mi inconciente.

Quiero comprar unas alas para llegar a tí.

2009-02-25

Por mis @l@s

Y si creiste que me haz roto mis alas estás equivocado, se necesita más que un disparo para que dejen de volar, más que tu maldita diversión por matar a cuanta ave se te cruce por el camino, algún día estarás descuidado y ese tiempo lo aprovechará el águila para clavarte su pico y morirás agusanado y los zopilotes bajarán a estirpar cada trozo de tu carne; y caerán sobre lo que quede de ti, mis plumas que alguna vez me quitaste.

2009-02-23

Las alas de Sofía

Catalina y Sofía juegan todos los días en el pórtico de la Casa de la abuela Mau. Sus juegos son muy inocentes, como en todos los niños debería ser. El juego que más les gustaba era ver pasar a las personas e imaginar como eran sus vidas, donde vivían, que hacían, que comían, donde trabajaban o si tenían a su cuidado algún chaval para hacerlo su amigo e ir a jugar con él a su casa. Un amigo, un compañero de juegos es lo que más añoraban, para no sentirse tan solas y dejar de jugar solamente entre ellas.

Todos los días se levantaban temprano con el único objetivo de ir a sentarse lo más pronto posible al pórtico y ver a al gente pasar al ir a sus trabajos. Tenían la esperanza de que alguno de ellos fuera a dejar a sus hijos a la escuela.

La abuela Mau era la única familia que les quedaba a las pequeñas, sus pobres padres se habían divorciado y decidieron ir al extranjero a reencontrarse consigo mismos, por separado y sin alguien que los pudiera distraer. Por su comodidad, decidieron dejar a sus pequeñas en casa de la madre de ella ya que era su único familiar que se encontraba con vida.

Las dos pequeñas nunca supieron sobre la suerte de sus padres, aunque la abuela Mau había dejado una carta explicándolo todo y disculpándose por su egoísmo al no dejarlas volver con ellos. Mau sentía que era injusto que ellas llegarán a tener una vida fácil después que les había inculcado el que “todo debe de costar trabajo en esta vida, nada es fácil”.

Una de sus bisnietas encontró la carta cuando decidió cambiar el piso de la Casa, se sintió sorprendida pero a la vez decepcionada debido la buena imagen que le había inculcado su madre y su tía sobre la querida, amada y protectora abuela Mau. La Casa se lleno de tranquilidad ya que su espíritu pudo descansar en paz al saberse la verdad.

Después de algunos años las niñas habían comenzado a perder el interés pasar se el día en el pórtico de la casa al igual que en su juego favorito. Estaban hartas de ver pasar a las mismas personas, todos los días, con los mismos atuendos, ninguno de ellos se veía enamorado pero lo peor que todo es que ninguno de ellos tenía hijos.

Seguían pasando los años, las pequeñas niñas ya eran unas señoritas cuando decidieron no jugar más. “Es muy tonto, además aquí nunca pasa nada”. Al decir estas palabras voltearon la mirada, había llegado alguien nuevo al vecindario, un señor, aun apuesto, blanco como la nieve, cabello negro carbón y ojos de color.

A Sofía le comenzaba a parecer atractivo , pero Catalina noto algo extraño en él. Mientras las dos miraban fijante su espalda, él sólo volteo, miró a las dos muy seriamente, de pronto sonrío y les dijo adiós.

“Que te pasa Catalina, saluda, nos esta viendo”. Catalina no hizo caso a las indicaciones de Sofía, sólo lo miraba con cara sería, hasta podría decirse que estaba enojada.

Se dieron cuenta de que no eran tan grande, sólo unos 30 años habían pasado desde que el había nacido, pensaban ellas. “Yo creo que no tiene más de 35”.”Sólo que su ropa lo hace verse más grande viste demasiado formal” Uno de los lados de su casa quedaba junto frente a la de ellas y con solo cruzar la calle podrían estar ahí.

La casa de las pequeñas, donde vivían con Mau, no era para nada pequeña, tenía jardín por atrás y por delante, una linda cerca blanca y amables nomos de cerámica a lo largo del sendero que te lleva al pórtico de la casa. Era la primera y la ultima casa ya que todos debían pasar frente a ella para salir o entrar del vecindario .

Al entrar a la casa y podías observar todo totalmente limpio y acomodado. Figuras de cerámica en las mesitas de la sala junto a los muebles italianos que daban la apariencia de que nunca se habían sentado en ellos. Un agradable olor a jazmín cubría el ambiente que enceraban las paredes lilas de la casa. En el segundo piso se encontraban las habitaciones, cada una con unos lindos ventanales donde obtenías una inigualable vista del vecindario.

En casa de la abuela parecía que no vivían niños. Parecía que en su casa no vivía nadie más que ella. Esta idea se convirtió en realidad cuando Sofía y Catalina partieron a la universidad, sólo para regresar a cuidar Mau en sus últimos días de vida. Ahí reapareció la curiosidad olvidada de aquellas niñas que llegaron a su casa sin saber quienes eran y de donde venían.

Ahora ya no salían al pórtico, sólo se asomaban por la ventana de su cuarto para a ver a aquel hombre que acaba de llegar al vecindario. “Ya dime Sofía”. “Decirte qué Catalina”. “¿Quién crees que es?, ¿qué hace?”. Sofía sólo hizo cara de fastidio y volvió la mirada hacia la ventana”.
“Ya estamos grandes para jugar a esto Catalina”. “Yo creo que es un Ángel”. “Catalina sueñas demasiado, y según tú yo soy la que esta enamorada”.”Míralo, siempre trae garbadita o saco, nunca sale sin el de la casa aunque sea domingo, aunque allá calor”.

Todo los días Sofía se levantaba temprano sólo para verlo salir. Siempre con su saco o gabardina, muy elegante, vistiendo colores claros, blancos o pálidos. Aunque hiciera calor nunca observaron que sudará. Siempre estaba de buen humor y era amable con todos. Muy popular con todas las mujeres del vecindario, pero ninguna lograba más allá de un hola y un adiós.

“Talvez sea un gangster” “Te retare Sofía, ¡invítalo a comer a la casa!” “No Catalina, la abuela Mau se enojará”. Nunca había entrado un hombre a la casa, el ultimo había sido el abuelo Josh y de eso ya tiene más de 15 años de haber sucedido.

Después de discutirlo por amplio tiempo, recordaron que nunca se los habían prohibido porque nunca se había prestado la ocasión de dar una orden como esa. Sofía se lleno de valor y por la mañana, mientras Mau cocinaba, decidió salir de la casa e invitar a su vecino a tomar una pequeña merienda con ella y su hermana.

Sofía sólo dijo hola, se quedó callada, el hombre sólo con voltear la mirada y subir sus cejas, logró que comenzaran a salir palabras de su boca como nunca antes. Sofía eran muy callada, sólo hablaba lo necesario y cuando le era necesario. Al hablar con él adornaba sus frases y se expresaba con tal elocuencia que lo único que pudo hacer el hombre fue sonreír y aceptar la invitación.

Al escuchar tal respuesta Sofía acertó con la cabeza y se retiró. Cuando iba a medio camino volteó precipitadamente, se acerco de nuevo a su vecino y le dijo: “Por cierto mi hermana cree que eres un ángel” y de nuevo emprendió camino hacia la casa...
“Ya esta hecho, ya vez, si pude” “Ok esta bien, como tú lo invitaste, tú le dirás a la abuela Mau que ponga un puesto más el mesa”. Sofía se quedo anonadada por el hecho. No sabía como reaccionaría la pobre anciana, pero debían de apresurarse a hacerlo ya que seguía corriendo el tiempo.
Se acercarón a la puerta de la cocina...

2009-02-22

Bajo el agua

Estaba realmente enojado conmigo. Me miraba como si hubiera escupido su café o peor, como si hubiera insultado a su madre. Lo peor era que no hablaba. No entendía muy bien su enojo, lo único que hice fue papeleo, acomodé, revisé y puse al día dos semanas de expedientes en una tarde, cuando él tarda en solventar hasta la observación más pequeña, por lo menos tres días.

Siempre odié a los burócratas, como él precisamente, que tardan dos siglos en cambiar una coma y reimprimir un expediente y pensándolo bien, no hay nada más triste que ser burócrata (de los malos) y trabajar en la morgue.

Lo mandé al carajo con su enojo y seguí con el papeleo, encontré de todo, un muerto del 97´y dos de principios del sexenio pasado, carajo, no sé que estaba más podrido, si el expediente o el muerto, a saber...

Pronto el enojo se hizo desdesperación, pasaba la mañana viéndome, ya no con ira, sino con un aire suplicante, yo sólo lo miraba de reojo y seguía archivando, imprimiendo, corrigiendo, al fin y al cabo, para eso me contrataron.

Antes del sábado se puso peor el asunto, ya no estaba desesperado, estaba histérico, me miraba sin mirarme, gritaba en silencio y tenía ese semblante que tienen los que vienen por los cuerpos cuando ya nadie los quiere.

Terminé a eso del medio día todo, desde los muertos del sexenio pasado hasta el caso de hace dos semanas, todo, hasta el último fólder. Lo firmó, de mala gana, como todo lo anterior y me vio como si fuera un perro al que se le va a llevar al veterinario, con ira contenida.

El lunes como de costumbre, llego temprano, enciendo la luz y veo el memo, nos felicitan por la integración del expediente, todo en órden, todo pulcro, impecable, el juez dio fallo incluso, sonrio de gusto.

La verdadera sorpresa del lunes fue su cadáver, ahogado, en la cámara 3, esperando la autopsia de ley, que según el reporte fue encontrado en el canal de desague entre desechos -humanos e inhumanos- y con marcas de tortura.

Con el vaso de café en la mano, me queda claro que cambiarle una coma a un expediente es algo que debe pensarse dos veces, por lo que el tiempo mínimo para cualquier aclaración ahora son dos semanas...

Tres mil pájaros emergieron de su cabeza.
aves blancas de etéreas alas
con venas que tienen escrito las mil y una noches,

Volaron a través del oscuro túnel
rompieron las olas negras y rojas
a cada paso mermaban más y más
rotos contra las piedras de piel, de hueso.

La que llego al nido se encontró con la transformación
antes de entrar en el núcleo rojo
se convirtió en un pequeño hombre blanco
y el núcleo convulsiono hasta su forma de mujer

Se aparearon. Bruscamente. Hasta transformarse
hasta tener cuatro pies, quince ojos.
setecientas lenguas.
Caos de paisajes de historias,
de XY. De lo que se dira.

Se revolcaron en el liquido verde hasta que fueron uno.
El nunca olvido que había volado.
Ella sabe que el es lo que esperaba.

Ahora mismo del charco de sus restos
salen otras aves, verdeazulesrojas
y estallan entre ellas en vorágine de colores.

Así estarán las próximas doscientas ochenta noches.
hasta el día en que irrumpa como lluvia de tres
un ella o una el.

Nirvana o Asael.

Y que de las alas quedan los sueños
de encontrar en una vieja botella de emulsión
el camino negro de las aves blancas por cabeza
de las alas de colores
y de los túneles negros de viejas ausencias.

Todo en aras de llenarse e implosionar.
De nuevo.