2009-01-10

Los pies de mi abuela

Siempre puntual, a las tres de la tarde, mi abuela se sentaba en el barranco frente al rio Lempa, a observar sus pies. Después de diez minutos de minuciosa observación repetía un numero: 2350, extendía sus brazos de lado a lado, alzaba el rostro y con los ojos abiertos volvía a repetir la cifra, sonreía y reposaba la cabeza en la piedra de marañón, se volteaba y me decía: “mañana va llover” y al día siguiente llovía, el ritual del barranco se repetía día con día, las cifras siempre eran diferentes al igual que las predicciones.


Ayer soñé que mi abuela desde su tumba me exigía, que mirara mis pies y entendiera porque nací con una estrella en cada mano.

Mundel

Contraste

Odiaba tanto irse a dormir a lado de aquel cuerpo, pero sobre todo la desesperaba la fría suavidad de aquellos pies que se acercaban cada noche a los suyos, ya fuera como breve caricia antes del sueño o como preludio de la escena erótica que desde hace meses repetían:

Él aproximaba su boca a la oreja de Lucía, saliva y aliento se encargaban de reblandecer desde ahí, el ánimo de ella. Luego, los grandes pies de él rozaban delicadamente los pies de ella. No había entonces pretexto para evadir el silencio y la oscuridad en aquel cuarto.

Todo en él poseía un toque áspero, rudo. Menos sus pies. Quizá lo que aborrecía Lucía, eran esos contrastes en la personalidad de él, que a ella, tan llana y gris, le parecían extraños.

El chasquido de su lengua por el exceso de saliva al besarla, era tan contrario a la sutileza de sus pies acariciándola. La fuerza de sus manos y cuerpo atrapándola por la espalda, embistiéndola, era tan opuesta a la debilidad de su voz dulce y trágica.

Cerrar los ojos funcionaba a veces, entonces todo era como ella imaginaba: una boca pequeña, unas manos suaves, unos pies cálidos, pequeños, blancos, blancos y con la uñas perfectamente pintadas.

Lucía Kay

Augurios en la arena

Apareció frente a las cuevas, rumbo al desfiladero de Punta Brava, una turista francesa perseguía cangrejos colorados cuando casi lo pisa. Llegó gritando a las granjas y al instante una estampida de lugareños se aventuró a verlo.

Cuando Soledad llegó, casi medio pueblo estaba en la playa; todos mirándolo, sin intención de disimular el miedo. Dos temerarios intentaron meterlo en una bolsa de plástico, pero la multitud los presionó para que esperaran a los policías que andaban de diligencia las rancherías.

La turba se plantó alrededor y nadie se movió hasta que aparecieron los uniformados que, apenas lo vieron, trataron de correr a los curiosos; pero ninguno se marchó.

Ni la más anciana recordaba cosa parecida, lo miraba sin parpadear, moviendo la cabeza de un lado a otro; como negándolo. Otras, predeciblemente miraban al cielo con las manos enlazadas invocando protección.

Después de un rato, casi todos comenzaron a interpretarlo como un horrendo aviso de que los pactos se habían terminado; excepto Soledad, que se tocaba su trenza mirándolo fijo, con la cabeza de lado.

Un agente dio parte a la base militar de la capital, mientras su compañero interrogaba con dificultad a la francesa. Lo único que pudo entender fue que cuando llegó unos cangrejos pellizcaban el pie cercenado que aún sangraba.

Estaba descalzo. Era blanco, izquierdo; con una buena porción de pierna y simplemente estaba ahí, perfectamente plantado en la arena de ese pueblo casi paradisiaco y olvidado.

Nadie hablaba francés, por eso no entendieron cuando la turista dijo que estaba colocado sobre un rastro de huellas que terminaban justo donde el pie estaba, como si un paseante lo hubiera perdido al andar, cual zapato.

No obstante la extranjera estaba más confundida por la gente, que por el hallazgo; varias veces intentó convencerlos para buscar al dueño del miembro, pero nadie se movió. Ni un solo vistazo a los matorrales, a las cuevas, al barranco o los montículos de arena.

Todos permanecieron inmóviles, como si supieran que nada encontrarían o con la firme convicción de no querer encontrarlo.

Con las horas llegaron más policías, una cuadrilla de siete que intentó tranquilizar a los lugareños. Pero mientras despejaban el área, Soledad se lanzó sobre el pie, lo apretó contra sus senos y corrió al mar.

Los oficiales la persiguieron, pero logró tirarse de panza sobre una ola. Atropelladamente talló planta, dedos y lo que quedaba de la pantorrilla. Lo sumergió en el agua salada, pero de inmediato se lo arrebataron.

Alguien la tomó de la cintura y se la llevó del lugar mientras pataleaba, pujando, pero sin articular palabras. Al pie lo metieron en una bolsa y lo tiraron en la batea de la camioneta. Lo último que dijo un policía fue que lo llevarían al forense.

A las dos horas Soledad regresó a la playa, estaba vacía, se acomodó sobre un tronco seco y miró un esplendido ocaso que nacía en el horizonte y se extendía hasta ella sobre el océano, como agradeciendo su buena fe.

Fueron cuatro días los que pasó deambulando por la arena, a todas horas. Vivía sola y en el pueblo nadie le puso atención, estaban absortos comprando candados y reforzando ventanas.

A la quinta mañana una parvada de gaviotas volando en círculo la alertaron; sobre una zona empedrada encontró otro pie. También era izquierdo, pero más grande que el otro y con la uña del dedo gordo levantada.

Con devoción lo lavó en el mar, como limpiando algo de sí misma, le arrancó un pedazo de carne que colgaba y lo secó con su falda. Luego, simplemente lo metió en una de las cuevas que no se inundan cuando sube la marea. Esperando que encontrara su camino.

Del otro pie nadie supo, pero ella seguía vigilando, constante, puntual, metódica. Como cumpliendo un mandato que comprendió desde el principio.

Una noche vio varias luces en el acantilado, pero se extinguieron a medio camino y decidió regresar en la mañana. Fue cuando encontró el tercer pie, entre el zacate del sendero que lleva a la playa.

Ese día la gente andaba alborotada por unas palabras que aparecieron pintadas en barda, pero Soledad los ignoró y llevó el miembro mutilado a su casa. Se encerró y lo sumergió en una cubeta, le puso jabón y le quitó toda la suciedad.

A este le faltaban dos dedos y el hueso que sobresalía estaba astillado, otra vez era zurdo, pero con la planta quemada. Lo secó con su sábana y lo dejó sobre la almohada.

Tocaron, abrió la puerta, un hombre alterado le advirtió que no dejara entrar a nadie o que, si podía, buscara refugio seguro. Escéptica ignoró el vaticinio de peligro, metió el pie en una caja de zapatos y lo dejó en el acantilado.

Eran las 5 de la mañana cuando unos disparos la despertaron, fueron varias ráfagas que se escucharon a unas cuantas casas. Por la ventana sólo pudo ver dos enormes camionetas que pasaron. Luego el silencio. Ni sapos, ni grillos, ni aves, nada; parecía que hasta el mar había enmudecido.

Después de un rato, Soledad salió con lámpara en mano; las calles estaban vacías. Caminó rumbo a la playa y justo en la línea que divide la hierba de la arena encontró siete cabezas humanas incrustadas en picos. Una carta mal escrita, clavada en el ojo de la más cercana, advertía: “llegaron los nuevos mandamas, esto le va a pasar al que no se alinie y ande de soplon. Z”.

Soledad miró los rostros, arrojó la linterna y gritó tan fuerte que conjuró a la realidad en su cabeza.


Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.

(Juan 13, 14)


Me levanto…visto mis pies y salen de mi casa…para ir a donde?

Nuestros pies siguen las huellas que dejaron hace mucho. Ya se borraron, por eso es difícil encontrarlas. Hoy están perdidas…sé que no estoy lejos pero hoy no las recuerdo…

Los pies descalzos dejan huellas más rastreables. Antes todos caminábamos así…descalzos y libres. Ahora vestimos nuestros pies y nuestras almas con tacones altos para mirar más arriba, de color negro para vernos formales, con pintores famosos porque somos alternativos.

Así nos hemos olvidado de buscar nuestras huellas en el mundo que pisamos. Así hemos aprendido a vestirnos de etiquetas, grandes, baratas, cómodas, estereotipadas, para caminar sin movernos.

Quiero vivir descalza y recordar…

Diana de imperfectos pies



Sólo el ruido del tráfico.
No hay miradas.
Me ignoran, no existo.
No los culpo.
Son mis pies, lo sé.
El artista no se esmeró en ellos.
El arco, los senos, la cadera, el cabello, el rostro.
No los pies.

Los pies de ellos, los nuestros

Ayer me di cuenta que un pie no puede pisar el mismo territorio que el otro pie al mismo tiempo. Nunca.
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Los pies de ellos son siempre morenos, son de pequeña longitud pero de gran ancho si los vemos en proporción, son fuertes, tan fuertes que no necesitan ser cubiertos para caminar entre la tierra o la arena.

Los pies de ellos han formado nuestro país, han sembrado nuestra tierra, han labrado nuestros campos, los pies de ellos no son volteados a ver por que dicen que son menos, o que son ignorantes. Me provoca una gran admiración por que yo jamás bajé de mi cama sin pantunflas, jamás entré a un baño sin chanclas, apenas me gustaba pisar la arena de la playa con mis pies desnudos. Ellos pocas veces han usado chanclas para ir a la calle.

Los pies de ellos son los nuestros, por que sin ellos México no sería México cultural, México verde, México fértil, México patriótico, México orgulloso.

Sin los pies de los indígenas, no tendríamos suelo que pisar.

Tres pies izquierdos

*Desde hace algún tiempo considero que la brevedad es un placer, una virtud, un descanso del alma. Mejor que el amor dure poco, que los días se vuelvan flash backs, que la vida parezca un suspiro. Mejor porque duele menos. Mejor porque así no tengo tiempo de pensármelo dos veces. Mejor que el último paso, el que nos arrojará al precipicio, se dé sin darnos cuenta.

*Deseé sinceramente que la tierra bajo mis pies no crujiera más. Los pies, los pies, el pie, su pie. Carajo. No tengo conciencia de cuando empecé a pensar en sus pies. Probablemente fue cuando de reojo me dijoporque sus ojos siempre dicen algoque me jodiera, que el día, su día, no tenía nada que ver con el mío.

Pero todo era mentira, porque yo no la quería, sus pies no me importaban, ni suspiraba por sus días enlazados con los míos y pendejadas de ese calibre. Más bien eran pensamientos que alojaba esta mente mía para no pensarla ahí, en la nevera, hecha pedazos por mi impaciencia.

*Si Juan tuviera los mismos años que yo, lo comprendería. Sabría que no se puede ser tan imbécil como para vivir ocho horas encerrado en la oficina, dos para comer y el resto para quien sabe qué. Debe, le dije con tono serio, ir al parque, comer zanahorias los viernes y sentirse afortunado de tenerme, de que sus pies helados a todas horas, tuvieran cerca a los míos. Eso funcionaría perfectamente si no se hubiera ido hace tanto, con la rubia del 23.

2009-01-09

Gerardo

Gerardo se cortó los pies para poder seguir andando,
para que no le pesaran, para no tocar el concreto y que el cemento no lo detuviera.

Gerardo cortó sus pies para flotar sin raíces, para no pisar la mierda.

Gerardo murió desangrado en la banqueta.

PRIMER TEMA

El primer tema de este blog lo propuso la poetiza de la familia, Tere Ché.

Pies

A trabajar!!!

PD: Tienen todo el sábado para subir material. El domingo ya deberán estar todos arriba!!!

La Culpa es Nuestra

Familia...les presento el primer intento de producción de esta bola de almas condenadas a haberse reunido por una horrible coincidencia de la cual sacamos provecho.

Espero que lo que de aquí salga sea bueno y para la mejora de todos los que contribuyamos a este proyecto.

Los quiero reteharto y ojalá que este sea también otro pretexto para no perdernos de vista...cibernetica...aunque sea...por aquello de que la vida nos lleve por ciudades diferentes...

Tons queda abierto este cubil felino en el que meteremos el material que nuestra cabeza y corazón nos dé chance...

so...let it be!

A dios gracias! ! ! !

Por fin esta familia se ha puesto las pilas! hemos movido nuestros traseros al unísolo para hacer algo que no tiene relación con beber, fornicar, drogarnos o comer como cerdos, me congratulo con la idea y el nacimiento de este blog, al que auguro para mis adentros, amaré tanto como a ustedes, AILOVIU familia! ! !