2009-01-21

Desnudo

Un temblor casi imperceptible recorre mi cuerpo mientras tú yaces ahí, desnudo, casi tranquilo, sobre una mesa metálica de la morgue.

Me ofrecí a identificarte porque quería decirte adiós y demostrarme que tengo lo que se requiere para guardar las apariencias.

Antes de hacerlo me advirtieron de la situación. Del olor antiséptico que sólo tienen los lugares tristes. De la frialdad del ambiente. De lo sombrío del momento.

Entré, me acerqué a ti y le indiqué al muchacho que me acompañaba que eras tú. Tomé tus manos, acaricié lentamente tu cara y unas cuantas lágrimas me ayudaron a cumplir el protocolo.

Al salir asentí con la cabeza y abracé a mamá.

Sólo entonces comprendí, mientras recordaba la desnudez de tu muerte, que ella nunca sería libre.

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