2009-02-17



Trasquiladas con tijeras oxidadas, tan solo quedan pedazos, alguno que otro rasgado por la falta del filo. Has dejado de ser libre, la autonomía quedó en recuerdos vagos, mismos que hacen cuestionar tu presente, y rechazar el futuro.
Ansioso despedazas tu cerebro, intentando recordar, el porque existen muñones en cada uno de tus omóplatos, el porque te duelen los pies al caminar, y la sangre corre entre tus dedos, pues el piso de este mundo es de navajas.
Misteriosos sentimientos de ansiedad, de añoranza, al rozar la brisa del aire en tu rostro, y tu memoria, tu memoria cree recordar, y tu piel cree sentir, y tu olfato cree percibir, todos aquellos aromas, todas esas sensaciones, causando conflicto, y el dolor en tus muñones, pequeños infiernos hechos bulto.
Tu pálida piel se obscurece, cual cielo a la puesta del sol, sabes que es hora de partir, no perteneces a este mundo, ni pertenecerás, y jamás podrás caminar al ritmo de los otros, pues las navajas siempre serán navajas, y tu frágil ser sangrará hasta el final de tu existencia.
Tomar la decisión no fue fácil, por primera vez sentiste que encajabas con aquellos que te rodean, y que sabes que aún siendo tan diferentes, piensan en lo mismo, en escapar de las navajas, sin embargo, cuando en aquel rascacielos estabas posado, no lo dudaste, no cupo esa posibilidad en ti, pues saltar al vacío era cotidiano en tu existencia.
Algo que no pudiste recordar a tiempo, llegó tan solo un segundo después que tus pies dejaron de sentir aquella cornisa, ¿porqué existían dichos muñones?, ¿qué debían recordarte las cicatrices, el dolor y la agonía? Y directo fuiste a dar a las navajas, ahora afiladas por la gravedad, y de donde huías parte formarás por toda la eternidad.

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