2009-01-30

Baraja española

Como todas las noches desde un mes atrás, Alicia no podía dormir sin una última tirada de cartas.

Las sacaba con delicadeza de su estuche, las barajaba y las ordenada meticulosamente sobre la mesita de la sala. El ritual incluía invariablemente un cigarrillo sin filtro y una taza de té negro.

Lenta, muy lentamente, descubría los rostros en turno de la bajara española que le había regalado su amante. Los contemplaba durante unos minutos, fruncía el rostro y en un arrebato de ira los volvía al montón y los encerraba de nuevo en su caja de seda negra.

Noche tras noche, por el resto su vida, las cartas le susurrarían a Alicia los secretos equivocados.

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